12 diciembre 2014

El infierno de nuestras bocas


Íbamos de paso por aquella ciudad de ruinas y de marihuana. Donde los cielos estaban en el piso y el firmamento tiritaba en el infierno de nuestras bocas.  

No éramos rebeldes ni mucho menos luchábamos por causas perdidas. Nosotros éramos jóvenes con pieles de viejos, amordazados por los prejuicios que nos desteñían la vida.

La música, el cine, la poesía, las golondrinas de Bécquer, los existencialismos de Cortázar, la livianez de "La Maga" y el sin sentido de Horacio Oliveira los llevábamos en la cien, cosidos en la memoria y en nuestra carretera.  Éramos andariegos olvidados que se refugiaban en la magia inexistente de la filosofía y en las ataduras de nuestros ancestros.

De vez en cuando éramos niños atrapados en cuerpos de gigantes. Navegantes permanentes de horizontes verdes y de estrellas fluorescentes que nos estallaban en la cabeza. Sí, nos arrastramos en el caos y en la droga de la ciudad, en una perdición a cuestas que nos descosía invisiblemente la existencia.  

Íbamos de paso...Nos quedaron cientos de formas de hacer el amor, de comernos de día, de madrugada, al anochecer. 

Mientras el caos de afuera nos descosía, en el grito insensante de nuestro sexo resucitábamos una y otra vez, descargados, inocentes, radiantes, enamorados, felices. Sin nostalgias ni recuerdos grises... allí inventábamos un silencio, un cielo, una vida, un paraíso, un firmamento que tiritaba en el infierno de nuestras bocas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario