Él no la quiera, ella lo ignora.
Parecieran amarse, reinventarse desde sus propias cenizas. Pero su todo es un inevitable.
Él va y vuelve, ella lo espera. Como se esperan aquellas cosas que siempre encuentran su camino de vuelta. Ellos no van en contravía, ni tampoco fueron hechos en tiempos disímiles. Ellos se escogieron el uno al otro, y ahora son fantasmas irreconocibles de sus propias angustias y olvidos miserables.
Él se despide, ella lo espera, como siempre...
Dejaron de escribirse, de buscarse, de extrañarse, de quererse... dejaron que el tiempo se llevara el amor, el cariño. Se reconciliaron con sus soledades, con la melancolía adversa, con la vida dejada a medias.
"Recordar es evocar el ayer con ojos tristes, perdidos y atrapados en el olvido", le escribió ella alguna vez. Hoy, recoge sus pasos en una historia resumida en una carta, en un botón, en una fotografía, en una camisa descosida, en unas medias rotas, en unos pasos en la tarde, en un café en la mañana, en unas tostadas de sal, en un amanecer escondido debajo de las sabánas, en una estrella perdida entre sus lunares, en un te quiero pegado en la almohada, en unos ojos grises y en unos besos secos.
Hoy, no son más que náufragos de la memoria y del engañoso corazón que de vez en cuando se empeña en recordar aquel cariño triste y del alma.
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