10 junio 2014

Tres semanas y cuatros días

Me enseñó que sí existen los reencuentros a destiempo. 
Me enseñó que no se necesita de una vida para amar intensamente. 
Me enseñó que en dos semanas te pueden robar el corazón y luego tirarlo al traste. 
Me enseñó que existe una clase de querer que se queda en gestos, palabras, frases, sonrisas,voces, silencios y distancias. 
Me enseñó que bastan horas e incluso días para que se incrusten en alma sentimientos ajenos y distintos a los de siempre. 
Me enseñó que pueden pasar incluso diez años sin reconocer al rostro del amor, pero solo un pedazo prestado del tiempo para no dejar que tome el camino de vuelta. 
Me enseñó que las locuras se quedan cortas cuando las ausencias de un "hola" atragantan el dolor en seco y las nostalgias del pasado. 
Me enseñó que inexplicablemente también es válido atesorar la esperanza, aunque con el paso de los días se vaya perdiendo lentamente. 
Me enseñó que la luz y la oscuridad pueden estar en el mismo camino y en las mismas direcciones que nos conducen a Roma. 
Me enseñó que efectivamente las palabras se las lleva el viento y las promesas siempre se rompen. 
Me enseñó que los "para siempre" se olvidan con el tiempo y aun más con el silencio. 
Me enseñó que las distancias terminan anclando corazones en tierras perdidas y olvidadas; y secuestrando los más profundos anhelos. 
Me enseñó que todo puede terminar incluso cuando jamás empezó. 

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