26 noviembre 2013

La torpeza del muchacho

Los tres puntos, las posdatas, ser testigo por casualidad. Levemente el cielo deja caer todas sus verdades, todas las respuestas incapaces de reconocer delante de sus ojos. 

Aunque fuera solo un instante, aunque los tiempos no sean certeros, aunque la vida se vaya una y otra vez, aunque la tasa de café se enfríe mientras espera escuchar palabras más, palabras menos, las de siempre. Intenta ser racional, maduro, intenta dejar de lado el repertorio de canciones de alquiler que guarda en el tocadiscos. Pero sin embargo, le cuestan las ganas, las esperanzas, las ilusiones.  


¿Qué tanto espera?, ¿qué es lo que busca?, ¿qué es lo que sigue dejando atrás? Una carta, una promesa, un cigarrillo, una fotografía, un apego emocional. Él escribe monólogos sobre lo que podría resultar de toda esa estupidez visceral que le resta todas las sonrisas del año. Allí está, con su guitarra gastada, con la inspiración extraviada entre la melancolía y el pasado... allí está, perdido en los recuerdos de ella. 

Se pregunta: ¿cuánto más? Pero su delito es creer en aquellos sentimientos que son más postizos que reales, le cuesta tanto cuando ve un adiós tan cerca. Se queda sin respuestas, se queda con la lejanía y con lo que Dios quiera. 

Él es un torpe y ella... tan fría como el invierno. 

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