Por última vez, se dijo a sí misma. ¡Mentira!
Ese era el bendito problema, no era inocente, era masoquista y punto. Tenía claro cuáles serían los resultados, pero le dio vuelta atrás a su decisión y se condolió de su tristeza. Él no fue más que ese tipo de personajes que vienen y van y a cambio dejan angustias y pérdidas; y ella era una tonta enamorada.
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