31 enero 2013

Soltar y dejar ir

Es una especie de introspección. Algo parecido a equilibrar y balancear, y luego soltar, dejar ir. Aquellas palabras pueden resultar de la lucha entre el "querer ser" y "dejar de ser", pero todo encuentra su acomodo y punto exacto al volver a las páginas amarillas y gastadas de la siempre inolvidable poeta que vivía en su interior.  

Ella era su otro yo, era su otra naranja y su otra mitad. Ocultaba la timidez de sus sueños entre versos ligeramente atrevidos y ponía en evidencia sus frustraciones en sentimientos inverosímiles que morían noche tras noche, al apagar la lámpara de la mesita de noche. 

No quería sus palabras, pero sentía cierta atracción por aquella inspiración renacentista que la envolvía desde la primera frase. Era una envidia disimulada, una añoranza que le dolía cuando recordaba lo que había dejado de ser y no sería jamás. Pero la imposibilidad de morir sin tocar esa eternidad disfrazada entre canciones, versos y frases repetidas le hacían un nudo en la garganta. Sin embargo  después de algunas lágrimas retomaba entonces la felicidad que se había negado: vivir. 

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