Un frasquillo destapado de vulnerabilidad, una caja vacía de otoños pasados, una carta sin letras y una canción sin versos. Más de cincuenta semanas, más de veinte inviernos y el corazón abrumado seguía lleno de las mismas cenizas. Un tiempo a medianoche y todas las palabras rotas contra el viento; detrás de aquellas emociones iban desapareciendo los sentimientos de quiénes eran y volverían a ser jamás.
Una despedida que cerró la puerta entre abierta del alma y un par de besos ligeros que dejaron de pertenecerles.
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