19 agosto 2011

No me enseñaron

No me dieron a elegir el país donde nacería y como si fuera poco en 23 años no me enseñaron que la vida también trae sus bultos de mierda. Que la verdad y la justicia son meras utopías de esta realidad, y las cabezas visibles de la democracia son un chiste sin gracia. 

Sin embargo, aprendí de Estanislao Zuleta, Emmanuel Kant, Martín Luther King, Zygmunt Bauman, Jesucristo, Jaime Garzón, Pablo Neruda, Charles Chaplin, Jorge Eliécer Gaitán y otros cientos que las ideas verdaderas son de carne y hueso cuando se levantan de las hojas y atraviesan horizontes, fronteras, naciones y universos enteros. Aunque hayan sido contaminadas por propagandas y show mediáticos de vez en cuando retoman su camino. 

No apuesto por enviarlas en botellas de cristal ni tanques de guerra, al final la sumatoria de pensamientos irracionales y narcisistas dará como resultado conciencias inútiles, alienadas y un tanto mutiladas. 

Resulta que con el paso de los años y de la vida las cosas que deberíamos saber nadie nos las enseña, solo las barbaridades, las decepciones, las frustraciones, los acontecimientos nuestros y de otros nos despiertan, nos abren los ojos y nos echan baldados de aguas heladas para comprender que la vida y sus gentes son un carrusel que sube y baja.  

Pero aunque no haya elegido el país donde nací, intento seguir hacia adelante y descubrir los millones de amaneceres oscuros, grises y de colores en el brillo de la música, en las goticas de la lluvia, en el frío de la noche, en las heladas de agosto, en los caminitos empinados que conducen a los cerros y las montañas de esta ciudad. Y aunque solo evoque sentimientos de nostalgias y momentos de intimidad, es mi manera de quitar las telarañas internas y externas que surgen por culpa de guayabos existenciales, de causas perdidas, de historias pasadas que aun pesan en el presente. 

Entonces los libros, las crónicas y las viejas noticias me revelan rostros olvidados, letras fantasmas, tragedias repetidas, promesas incumplidas, burlas al duelo de terceros, huérfanos incontables, desplazados ignorados, viejos sin rastros ni sol...niños, jóvenes, adultos y ancianos vistos como cifras y números. 

Sonaría cursi y  melodramático decir que el corazón se acongoja a causa de ello, pero no. Sin embargo, resta decir que al menos algunos pensamientos revolucionaron ideas de carne y hueso, y eso lo descubrí hojeando carreteras y escuchando a contados inmortales.

Yo no me marcho. 

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