04 agosto 2011

Feliz día periodistas

Intentar contar historias reales, verdaderas, conmovedoras que no rayen en la tragicomedia y que lleven el infaltable ingrediente literario, sin caer en la invención fatídica de la imaginación. De esa manera, la labor del periodista se convierte en algo menos aburrido y cotidiano, yendo más allá de los números, cifras, porcentajes y estadísticas. 


Confieso que no soy una periodista empedernida, mi frustración más grande han sido las letras, no esas que vienen y van en los periódicos, esas que se quedan en el alma de los lectores que prefieren más de treintas páginas y cien hojas acompañadas de tazas de café y chocolate caliente. Mi invención favorita es creerme una escritora sensible y sentimental, casada por conveniencia con una carrera de azar y que después de tres años fue tan solo el trampolín para entender que las pasiones humanas, los ideales personales y los romanticismos de tiempos presentes y pasados quedan encarcelados en un título marginado y algunas veces mutilado por los poderes del estado.


Ser periodista implica callar verdades, contar mentiras, alianzas maquiavélicas con dueños del poder. Ser periodista debería de ser como dijo Amy Goodman, ir a donde está el silencio. Pero hoy las tragedias humanas han sido cazadas por el amarillismo y sensacionalismo de los medios de comunicación, aquellos periodistas apasionados y empedernidos han quedado registrados en la memoria como los dinosaurios y los maestros de un oficio que día tras día se transforma en algo impredecible. Para mí: Jon Lee Anderson, Ryszard Kapuściński, Gay Talese representan el valor real y tenaz de un gran periodista, de esos que escasean y están en vía de extinción.


 Nos vamos detrás de las letras y pensamientos. 
Adentrarse en las pieles de otras culturas, dejar la realidad tal cual sin añadiduras, dejar que los personajes reales cuenten por si solos sus dramas, alimentar las historias con veracidad. Ir por el mundo, ir tras las huellas de lo pequeño y cotidiano, porque no hay nada más cruel y perverso que la actualidad en la que estamos sumergidos. De eso se trata el verdadero periodismo.


Siendo clara en ello, a cambio doy mi sello por la literatura enredada con el periodismo, supongo que de esa manera he encontrado mi lugar exacto y jodidamente perfecto en este minúsculo universo de las letras. 

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