En un lugar encontrado, en una dirección lejos de la frontera entre el horizonte y el universo, en compañía abstracta de un corazón a medio vivir y algunos cuadros de Van Gogh en los pasillos del corredor. Es una pequeña carcajada dibujada sobre las sábanas, alejada del resto de las gentes, embutida en un edificio casi destartalado, entre pomas viejos y canciones repetidas.
Luego está la radiografía del último momento a solas con el destino. Los sorbos del café caliente abrieron una brecha entre él y la distancia. Una forma de caricia en un tiempo congelado por la llovizna fría, un beso enredado en los silencios de cuatro paredes. Un después de la herida ya cicatrizada y los ojos cansados por el llanto ausente. Mientras tanto, el camino invisible hacia la pradera de sentimientos parecidos al ayer está esperando en medio de rostros plagiados de carcajadas postizas y palabritas de azar.
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Todas las noches, después todos los amaneceres |
El café está enfriándose. Tostadas con arequipe, beso en el desayuno, la casa desmoronándose por culpa de pasiones arrebatadas y amores encendidos. Es invierno, sin embargo aquí adentro parece primavera. El reloj da las 9 de la mañana y el domingo no es día para salir de cama ni merodear por las calles. Al encuentro con la desnudez del alma y el cuerpo.
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