31 julio 2011

Un trozo de 25 años

Pasaron 25 años, más de 50 veranos y una sola ocasión para vislumbrar casi nitidamente lo que siempre estaba buscando, pero al segundo sobrevino como un espejismo brutal que choca contra la realidad: eso de ser periodista para encarnar alguna clase de escritor frustrado fue solo un antojo, un impulso, un deseo visceral. Ese momento quedó tan solo como un relámpago del pensamiento y nada más.

El destino tiene miedo de saber a dónde irán a parar los gritos silenciosos de las entrañas cuando nadie comprendió para que estuvo hecho. Intentar escapar, qué difícil es. 

Quedó entonces conservar los diminutos recuerdos de abril y mayo, no hubo un día en el que no quiso ser, y ese "ya lo sabes" resonó un par de veces en la conciencia cuando de noche o madrugada le sobrevenían las pesadillas y las emociones fatídicas de lo incierto.

Sombras, desconocidos y saber más de la cuenta. Los cuadernos de ello se alimentaban, a punta de locura irreal, de abismos invisibles al borde del camino, de cuerpos desnudos en la imaginación y de olvidos jamás olvidados. Quizás por exceso, por pecado o por costumbres, quizás por necesidad o clemencia esos 25 años le resultaron un viacrusis existencial, por eso dejó estas palabras. Algunas veces fue fría y eterna. Su delito, ignorar las respuestas. 

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