15 julio 2011

Camino de paso, ciudad de la furia.


No es cuestión de amar y dejarse llevar por la pasión descontrolada de algo que después de algunos años morirá como todo lo demás, aquella eternidad de una utopía soñada en un lugar de paso fue la suerte equivocada que le apostó más de 20 años de soledad.

Y lo que parecía abrirle el camino y llenarle los ánimos de gozo se fue deshaciendo con el frío de la ciudad y quedó congelado, amarrado y olvidado. Tantos razonamientos anidados en el corazón le arrancaron las esperanzas y la fe. Venían y se iban los días y dejaba sus recuerdos entre lágrimas y llantos de costumbre,  nunca quiso ser lo que fue. De consuelo le quedó la habilidad de echar afuera el sentimentalismo existencial a través de las palabras improvisadas en estos papeles, en estos cuadernos rayados en tiempos de adolescencia y juventud prematura.

Un camino a ciegas labrado por sueños y fantasías terrenales, una cometa de ilusiones elevada hasta el cielo con la certeza de que su Dios la encontraría y leería los deseos escritos en sus alas, un tanto de nostalgia por los suyos que ya no estaban. Aquella dirección escogida le fue tropezando los ánimos y el futuro que construyó cientos de veces en su almohada. 

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