23 junio 2011

Antes de ver el sol

Sentada frente a la página en blanco, abarrotada por cientos de pensamientos que le han desgastado el tiempo en pasado y futuro. Esta vez, el presente no va al volante. Es solo un miserable pasajero secundario de la semana.

Allí, la imaginación atorada en medio del whisky y los cigarrillos ha decidido dar un paso en falso: destinos fallidos y malas decisiones de años pasados, consecuencias: insomnio y falta de motivación visceral; en pocas palabras, la vida contada en puntos suspensivos. Vino con un antes y un después, y se quedó en el minuto eterno de una despedida que le caló hasta los huesos.

Para empezar, ni siquiera he comprendido su historia. Cada deseo se le escapó en el camino, supongo que salieron por la ventanilla del autobús mientras dejaba atrás una ciudad podrida en miserias y maldiciones. Fueron los personajes de otras historias, la moraleja interminable de quienes llegaron y luego se marcharon, una partecita invisible de terceros que se le incrustó en el alma haciendo suyos los dolores, las tristezas, los fracasos, las decepciones, viviendo en carne viva el desprecio de aquellos sin corazón noble; fue así como el cielo le fue robando la inocencia, que con besos carnales envenenaron de a poco su alma.

Más de diez camas usadas, más de cien lágrimas dejadas, más de un millón de sonrisas postizas y una sola noche diciendo: Lo siento. Al final, no salió una historia, al final los pensamientos fueron memoria de una madrugada antes de cerrar los ojos y volver a la rutina de la semana.

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