_Nunca digas que toda será para siempre, ¿de acuerdo?
_Ok. Pero no seas tan dramático, esta vez será diferente.
Alejandra sonrío y recostó su cabeza contra el pecho de Manuel.
En la radio sonaba Arjona y afuera, la brisa enredaba los olores del paisaje y de la carretera. Un día perfecto, una semana inventada con el único propósito de escapar de la rutina de un año más.
A solo tres meses de haber iniciado una extraña y apasionada relación, las cosas entre los dos resultaron impredecibles. Después vinieron algunos planes y promesas tempranas. 27 y 22 años, Medicina e Historia. Fotografía y Literatura. Carreras afines y dispares, edades sin tanta lejanía y personalidades imperfectas. Todo lo necesario para fracasar o perdurar en el arte del amor.
La ocasión no fue distinta a sus pasados encuentros. La playa, los desconocidos, la noche, la madrugada y el sexo. Lo único distinto, las mariposas amarillas atrapadas en una jaula en el balcón. Alejandra y Manuel eran demasiado jóvenes cómo para hallarle sentido a un compromiso de verano de soledades ajenas.
_Eres preciosa. Yo no soy muy creyente de las promesas, pero me encantaría quedarme contigo para siempre.
_¿Y por qué no habrías de hacerlo?
_Porque nada está dado, ni seguro. La gente cambia todo el tiempo de sentimientos, ellos solo son momentáneos.
_¿Los tuyos por mí son momentáneos?
_Ahora no. Manuel, sujetó a Alejandra por la cintura y la enredó entre sus brazos. Siguieron los besos, las caricias y el silencio.
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