20 enero 2011

Fuera de órbita

Carreteras de papeles dorados y paisajes imaginarios que vienen y van, mientras los efectos del peor veneno del mundo consumista recorre las venas de sangre de mi cuerpo. Tendida contra el piso, acurrucada detrás de los miedos que no sienten ni pesan ni espantan; manejada por un éxtasis de pensamientos surreales que se dibujan intensamente cada segundo del tiempo. Y un beso que no dice nada, dos cuerpos descubiertos en una habitación a oscuras, alimentada por el humo y los gritos del corazón. Gemidos secretos, canciones de motel, sonrisas que no lo parecen y caricias carnales que duelen y dejan marcas en el alma.

Cuando la lluvia habla en silencio
Quince minutos fuera de órbita, desprendida del mundo y del tiempo. Sueños maquillados por una sinfonía inventada que solo escuchan mis oídos. Mamá, está al otro lado del camino, sonriendo, tendiéndome la mano, esperando que vuelva a la cama para leerme otra historia de perdices. Y luego, el fuego consume los recuerdos, dejando en cenizas el resto de la imaginación.

Las carreteras ya no están, los paisajes quedaron en los marcos de madera. Reconectada de golpe, sin anestesia. El escape perdió los efectos después de aquellos largos quince minutos. 

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