
He conocido como ellos, como Alie y Noah. Los he visto un par de veces en la calle y en mi vida, siendo otra espectadora más de una película que no conoce su final, porque en la vida real los finales felices han estado en huelga. Volver al pasado y mirar a través de sus ojos el corazón de alguien a quien todavía le perteneces, porque paradójicamente los años siguieron dejando huella. Reencontrarse con suspiros y emociones que jamás estuvieron ausentes y volver a vivir por un tiempo más en sus ojos, en su brazos, en su ser.
Comprender que hay cosas que están echadas a la suerte porque nunca más vuelven a repetirse y otras tantas al destino que no creíamos que existiese. Un verano en su cama, una noche en el mirador de la ciudad, una mañana desayunando café, una tarde riendo por las coincidencias.

¿Lo ves? estamos ausentes de finales felices. Siempre llegan las despedidas y nuevos amaneceres en caminos distintos y con cariños desiguales.
"El Diario de Noah", está resuelta de una manera impenetrable, tan provocativa, apasionante y maravillosa que dejó en este momento lo que algunas veces cuesta tanto comprender: el significado de amar.
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