07 diciembre 2010

Cajones vacíos

Con el camisón azul, las medias blancas y el cabello suelto y despeinado. Otra mañana despertaba a su lado, con las sábanas regadas en la alfombra, la ropa colgada en el sofá y las almohadas a un costado de los dos. Eran las 6:30 de la mañana y no habían rastros de que el miércoles 26 de junio fuera un día soleado.

La matutina taza de chocolate y las tostadas de mermelada de piña, la lectura de las noticias habituales y la ducha con música de Soda Stéreo. Acostumbrados al correr de los días entre la rutina de las ciudades donde habían estado los últimos cinco años de noviazgo y la rareza de tener sentimientos en común. Sin embargo, después de haber conversado durante un par de horas con Magdalena entendí que lo suyo era otra historia dramática ahogada por la rutina diaria de la semana y el trabajo que siempre estaba de más. 

_"Verlo todos los días acostado a mi lado, acostumbrada a su sonrisa y a los te quiero que me dice antes de entrar a la ducha... a veces siento que es poco para lo que necesito". Me dijo Magdalena. Esa mañana vio entre los dos, que 12 meses más no alcanzarían para darle forma y sentido a un compromiso que se quedó en la rutina y la costumbre. 

_"Supongo que las cosas no son eternas, los sentimientos cambian con el paso de la vida y unas palabras bonitas a veces no son suficientes para quedarte con alguien para siempre". Tomó la taza de café intentando disimular que todo estaría bien.

_"No creo que sea eso lo que sientas", - le dije - "Dime la verdad, ¿hay alguien más?

_"No. Esta mañana esperaba que me sorprendiera con el desayuno servido como las primeras veces, o que mientras me duchaba me tomara por la espalda y me  robara todos los besos ausentes de la semana. Al contrario de eso, seguía durmiendo e hizo lo mismo de todos los días. Se levantó del comedor, tomó su saco y me dio el mismo beso tonto de 'buenos días' en la frente.
Es la misma historia de mamá y papá. Por Dios, solo tengo 26 años y siento que me estoy volviendo vieja y que la pasión está tan estancada que no me provoca amar ni dejarme amar".

_"El problema lo podrías haber resulto desde la primera vez que sentiste que lo común y corriente se estaba tragando sin respirar tu relación. En cambio, preferiste ignorar el abismo que ya los había separado. ¿Ves? cada quien escoge su camino a la perdición o a la felicidad".

A las 4 de la tarde, Magdalena tomó su ropa la guardó en tres maletas y se fue  hasta la terminal. No dejó ni una nota, ni un mensaje telefónico, solo los cajones vacíos y la cama sin ella.   

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