04 agosto 2010

En la estación

Y se dice que al caminar todo se hace más pesado, que después de algunos años el dolor desaparece y los recuerdos se esparcen como la espuma de las olas en el mar. He recordado todas las noches que no estuvo conmigo, los días que faltó a la estación y los libros que jamás me regaló, Guillermo es una especie de colección a los sin rompecabezas de amores que guardo en la estantería del corazón.


Sí, muchos me rompieron el alma y dejaron centésimas de migajas que de vez en cuando arden cuando llega el otoño y el invierno de octubre. Pero me he acostumbrado a las vidas ausentes de los que ya no están, a las palabras invisibles que debieron escucharse y a los sentimientos perdidos que se quedaron conmigo.


Esta noche mi pasado volverá, y no sé si la emoción será demasiado evidente hasta el punto de callarme e ignorar que todavía lo necesito. Ayer, mientras terminaba de leer ¿Cuánto cuesta matar a un hombre? De José Alejandro Castaño, sonó el celular, un hola seco y entrecortado se escuchó en la otra línea, mi silencio fue la respuesta…después vinieron las disculpas que no esperaba y las razones de sobra, Guillermo me rompió el corazón hace siete meses y nunca nos volvimos a cruzar, me tocó olvidarlo a la fuerza, pero aquella voz fue una ida al ayer que desequilibró todas mis emociones.

Son las seis de la tarde, afuera llueve y mientras la taza de café se va enfriando voy repasando en mi interior todo lo que debo olvidar para que el camino sea menos pesado y el tiempo no se me venga encima para quebrarme y volver a dejarme con las alas rotas.


Atravesé la calle y nos encontramos en la estación: “te olvidaste de un par de detalles, entre esos…que rompiste un corazón por la mitad”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario