01 marzo 2010

Las señales que no estaban antes

Hace un par de días que guardas las medias debajo de los libros. Ya no tomas café por las mañanas ni duermes con sábanas blancas. Las cosas están cambiando y ya está empezando a hacer frío por las noches, será mejor que cierre la ventana y baje la velocidad del ventilador.

Es patético extrañar las cosas cuando ya no están. Estaban ahí por tanto tiempo que las ignoraba cada cuatro veces a la semana, y después de los días pasados había algo que faltaba y no encajaba dentro: tu ausencia y la costumbre de verte todos los días al salir del baño.

Pero es absurdo que las llamadas sigan llegando aún después de las distancias entre ambos. Y cuando llueve, no paran de sonar, es una rareza de sentimientos incomprendidos que se pasea cada 28 días. Hay más susceptibilidades en el ambiente y las canciones en la radio saben a pasado, a relaciones inconclusas que duelen menos cuando vienen con los recuerdos.

Dejaste el saco gris tendido sobre la cama y olvidaste los cigarrillos en el baño. Cuando no estás, nada es extraño. He resuelto gracias a la voluntad, las ganas de verte cada 24 horas y besarte cada veinte minutos. Prefiero dejar guardadas las ansias en algunos poemas como ventilador, a que las escuches cuando intento hablarte.

Quizás, las medias, el café, el saco y los cigarrillos son las señales de las veces anteriores que nunca vi; y ahora se hacen visibles por quererte menos.

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