Hace un par de días que guardas las medias debajo de los libros. Ya no tomas café por las mañanas ni duermes con sábanas blancas. Las cosas están cambiando y ya está empezando a hacer frío por las noches, será mejor que cierre la ventana y baje la velocidad del ventilador.
Es patético extrañar las cosas cuando ya no están. Estaban ahí por tanto tiempo que las ignoraba cada cuatro veces a la semana, y después de los días pasados había algo que faltaba y no encajaba dentro: tu ausencia y la costumbre de verte todos los días al salir del baño.
Pero es absurdo que las llamadas sigan llegando aún después de las distancias entre ambos. Y cuando llueve, no paran de sonar, es una rareza de sentimientos incomprendidos que se pasea cada 28 días. Hay más susceptibilidades en el ambiente y las canciones en la radio saben a pasado, a relaciones inconclusas que duelen menos cuando vienen con los recuerdos.
Dejaste el saco gris tendido sobre la cama y olvidaste los cigarrillos en el baño. Cuando no estás, nada es extraño. He resuelto gracias a la voluntad, las ganas de verte cada 24 horas y besarte cada veinte minutos. Prefiero dejar guardadas las ansias en algunos poemas como ventilador, a que las escuches cuando intento hablarte.
Quizás, las medias, el café, el saco y los cigarrillos son las señales de las veces anteriores que nunca vi; y ahora se hacen visibles por quererte menos.
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