01 febrero 2010

Margaritas en la cama

Me dijo que no me quería, pensé que dolería, pero no. Se me salieron algunas lágrimas por la costumbre de amanecer a su lado y encontrar en la cama mis margaritas azules. Fue un romance de decisiones y no de elección. Lo quise muchas veces y otras lo ignoré.
 
Me fastidiaban sus besos en la ducha y los domingos que pasaba fuera de casa, me acostumbré a sus ausencias en Septiembre, a los ratos sin despedidas y al café sin azúcar que dejaba al borde de la cama.
 
Me dolió menos de lo que pensé dolería, pero los imposibles jamás llegan a ser tan predecibles. Lo mío era una pasión intensa que se fundía cuando sus labios rodeaban mi cuello y mis piernas, explotaba como un volcán en erupción. Nuestras noches eran inquebrantables, de luna llena y de silencios ajenos en patios y terrazas, en islas olvidadas por la geografía y caminos perdidos en ciudades desiertas.
 
A cinco años del aniversario, los sentimientos se fueron desvaneciendo por culpa de otoños ausentes, promesas inconclusas y besos a secas. Llegó a ser uno más por olvidar y otro menos a quien amar, lo demás se fundirá con el tiempo y no dejará rastro.
 
 

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