Odio cuando cuelgan las medias en la ventana y el olor a comida mientras duermo. Odio esos errores de ortografía y las ausencias de quienes tanto amo. Es una forma de gritarlo cuando otros lo ignoran, más aquellos que me han querido toda la vida y no conocen mis secretos.
Pero quién podría conocer los secretos de otro, si por eso son secretos, pertenecen a la intimidad y a lugares desconocidos del alma humana.
A veces son fieras y demonios que hacen explotar a cualquier cristiano; son un par de pecados y culpas que duelen y atormentan con los años, pero los míos son solo secretos. Algunas cosas viejas que recuerdo por momentos y siempre vuelven al mismo lugar: a un papel en blanco y a memorias pasadas.
Los odios de vez en cuando, los extraño porque ya no puedo vivirlos... no son de nadie ni les duelen a nadie. Pero me gusta tenerlos mientras viva, mientras esté ausente la caricia tierna de quien espero y no los haya desnudado con ajenos que pasaron por el camino.
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