22 diciembre 2009

Cielo Roto

Días grises y calcetines mojados en el patio. Las brisas se esfumaron detrás de las nubes y la melancolía con que venía cargada la mañana removió unos cientos de pensamientos olvidados.


El cielo se rompió y se vino la llovizna. No paró hasta que anocheció dejando las calles empapadas. Me provocó un helado de vainilla sin importar el frío que estremecía los rincones de la ciudad; esa exagerada necesidad de darle gusto a mis antojos de la semana me incitó a fumar cigarrillo y  beber cóctel de margaritas. Agarré el paraguas y me fui a la calle en busca de emoción, esperaba no encontrar ningún 'sapo horrendo' a quien besar; esta vez el clima conspiró para llenarme de soledad y enamorarme de sus silencios ensordecedores mientras caminaba sin rumbo. Decidí no abrir el paraguas y dejar que la lluvia me mojara (de vez en cuando me gustaba sentirla besándome). 


Caminé un par de horas y llegué hasta el parque Los Almendros sin un alma en pena que lo rondara. Todo en él estaba callado menos los arboles, que parecían decir algo cuando el viento estrujaba sus ramas; entonces recordé el mes de agosto cuando Ernesto le dijo a mi abuela que en las copas de los arboles más altos siempre se esconden hadas, (lo había leído en un libro que no recordaba su nombre). 


Olvidé los antojos de cigarrillos y margaritas y volví a casa. No encontré ningún 'sapo horrendo', pero sí muchas hadas invisibles. ???


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