03 febrero 2015

Vayamos a naugrafar un rato amor mío

El tiempo pasa.

El poema que no le leyó. Ya no son nada, cuando ayer aún lo eran todo.
Él suspira y ella lo recuerda. Nunca supo por qué fue. Ella no lo sabe, ni lo sabrá.

No ha de olvidarlo aún, todavía no. Se quisieron demasiado, tal vez.
Aquel sentimiento de antaño, ella se lo cosió en el alma. Como un puñado de estrellas incandescentes que queman. Como las sonrisas dormidas aún en la memoria. Como el adiós detenido en la estación del tren.  Como un recuerdo adormitado que sueña, que duerme y que es eterno. Que es para siempre.

El tiempo pasa.

Una fotografía. Sus ojos. Él sonríe y ella llora desde lejos. Una carta triste y un corazón contrito.
A él, para él, por él. Porque la dejó de querer. La olvidó y nunca supo porqué.
De pronto ella se encontró vacía, como el otoño seco. Le dijo adiós, llorando sin lágrimas, supo entonces que jamás regresarían... Sin razón, sin voluntad, sin cariño.

Fue un viaje detenido en su historia, en sus vidas, en sus almas. Naufragando entre sueños y nostalgias de otras vidas, de otros seres.

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