18 diciembre 2014

Ni poemas de amor, ni Serrat

Deshojar el tiempo, tachar las lunas del calendario, vaciar la taza de café y terminar la noche con menos suspiros que la anterior. 

Ahí en el tintero había algo más y detrás de eso también. Estaba el azul celeste de aquella bóveda infinta que llaman cielo. Colgaban los recuerdos, tus memorias, las mías, las nuestras. Y así como un soplido fugaz y fuerte me llegó de golpe su nombre... tu nombre. Ausente, perdido, olvidado, pasado, lejano, nostálgico. 

Estaba en sepia, tan nítido y lúcido como ayer, cuando en vez de tiempo, deshojábamos margaritas, retando al destino sobre el futuro incierto que desconocíamos: "¿me quiere?, ¿no me quiere?". Un beso y una noche juntos nos bastaban en ese entonces. 

¿Y hoy? Ya no tengo margaritas, ni besos ni noches. Aquí con el tintero vacío, sin el azul celeste del horizonte y un café con sal hemos ido desandando caminos viejos, a blanco y negro. Teñidos a la mitad y cubiertos de musgo a causa del imperdonable paso del tiempo.

Hoy, restan los recuerdos, pero ¡cómo suman tantos deseos incumplidos! Verte por segunda vez, por tercera, por cuarta, por quinta o por décima vez antes de que abrieras los ojos en la madrugada y quedarme viéndote, en silencio, sonriendo, queriéndote y después volver a dormir y guardarme tu figura de memoria en mi alma; así como se atesoran los detalles más queridos e invaluables. 

 Ni calcetines perdidos en fondo de una maleta, ni poemas de amor, ni Serrat... solo tiempo, solo eso.

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