A ver si lo entiendo, esta no es una dedicatoria, ni un eufemismo. No tiene caso que divague entre suposiciones y verdades absolutas, porque entre ese "nosotros" todo lo que nace y se ha roto han sido siempre verdades absolutas e irrefutables.
Quizás nunca me tomé el tiempo para pensar con claridad y empezar de nuevo. Quizás, los quizás sobran y no alcanzan para ponerle respuesta a todo. Puede que duela, que ya no signifique nada, que las bondades se hayan quedado en el retrete y que los sueños perdidos se esfumaron de camino a casa. Fue una decisión, una personal y así quedaron las cosas, como siempre y como nunca volverán a ser.
Ella le pudo haber escrito cientos de cartas, y él en cambio simplemente las habría tirado a la basura sin ni siquiera abrirlas. Ella le contó de sus sentimientos una y otra vez, y él en cambio la esperaba con un: "lamento que te sientas así". Y entonces, en millones de intentos y cuentas perdidas se juró a sí misma una última vez.
La última vez que te recuerde, que llore desaforadamente, que escuche una deprimente canción de Arjona, que guarde tu nombre en mis labios, que me pregunte "¿por qué?". La última vez que todos los odios le ganen a la tristeza y a la depresión, que la oscuridad debajo de mis sábanas me pese demasiado y me haga cientos de miles de nudos en la garganta.
Que ya no me interese por ti, ni siquiera un "cómo estás". Que se me vaya la vida de golpe porque duele recordar, que las ilusiones se queden tras palabras bonitas porque perdieron la magia, que los ojos no brillen por desamor, que el destino siga siendo una maldita utopía, que los versos sean siempre iguales y con el mismo trasfondo, que las alegrías postizas se hagan añicos. Que todo el tiempo pasado deje sus heridas allí, que ese "algún día las cure" y deje detrás del camino todas las decepciones.
Que el corazón deje de romperse, porque ella merecía más que besos efímeros y amaneceres contados. Ella merecía más que llamadas esporádicas y dedicatorias sin destinatarios, ella merecía rosas, chocolates, aunque suene "clichesudo", ella merecía la felicidad que otros le negaron. Merecía "te quiero" sin máscaras, cariños honestos, silencios que los besos se comen en caricias y menos sexo sin compromiso.
Quédate, le dijo. A cambio allí le dejó los pedazos rotos de su alma. "A mí que no me quede ni el único recuerdo inocente de tu pasado".
No hay comentarios:
Publicar un comentario