Decenas de pensamientos sin sentido se desvían entre el afán de terminar y volver a empezar. Me encuentro aquí, corta, perezosa, sin la mínima intención de moverme de lugar y solo esperando que un chasquito de estrellas me sorprenda de camino a casa. Pero el cielo está nublado.
Una cantidad de recuerdos me pone de cabeza contra la almohada invisible por culpa de un cansancio acumulado. Y allí entran las ansias, las esperanzas de una llamada que hace mucho tiempo no llega, un mensaje que tal vez terminaré al empezar la semana y esas cartas que están amarillas porque los años fueron en vano. Aún me queda un poco de su dulzura, un asomo de gentileza y buenas intenciones; pero al volver a los trastos viejos del pasado, enmaraño el corazón con frases esquivas y caparazones de cartón.
Utópico sentimiento que se quiebra con el silencio matador que anuncia la llovizna de noviembre.
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