Cerquita, pegado a la piel, untado de pasiones. Desmedido, sin pudor, libre y humano.
De pantalones anchos, camisa rayada y tenis blancos. Después de los 34, seguía siendo varonil y caballero, dos cualidades imposibles de hallar en un Adán del siglo XXI.
Varonil, cuando metía su mano debajo de mis faldas sin descaro, deslizando su lengua sutilmente sobre mi cuello y se amarraba a mi cuerpo como un gancho sin cremallera. Caballero, cuando sin fechas especiales ni aniversarios, una rosa blanca y cenas a medianoche fueron la cajita de sorpresa en días inesperados.
Cómplices, amantes, pecadores y enamorados. Algunas buenas noches desnudas, otros buenos días en calor. Nunca, buenas tardes sin tocarnos.
2 comentarios:
Y qué mejor que decir "buenas noches" para una nueva bienvenida!!!
Son palabras que desbordan sensualidad. Me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Publicar un comentario