27 marzo 2011

El amor después del amor

Pasan días de aquellos donde se juntan las inestabilidades y la depresión está a la orden del día. Se ignora el brillo del tiempo y el color de los despertares.


No creo que haya sido equivocación atarme algunos meses a tu vida, hallar ese complemento perdido de años pasados cuando todavía no habíamos coincidido, y pasó en el momento justo, en las horas necesarias y a la fecha totalmente inesperada. 


Tiempo fuera 
Pero mis estados de ánimo lo echaron todo a pique, trastocaron todo el compás del romanticismo y terminaron cercenando las cuantas ilusiones puestas en muchas noches de pasión.


Uno se acostumbra al cariño, a los amores, al sentimiento, a la compañía, jamás a la tristeza que viene después de la despedida. Queda el desastre y uno vuelto mierda. Tan exacto y patéticamente como este momento. Las llamadas en espera, las cartas que no llegaron al destinatario y los besos que se quedaron a mitad de una conversación que nunca terminó.


Podría contarte durante mil horas las pendejadas que se cometen por amor, inventar las excusas para no romper los amoríos, y caer en la absurda desesperación de tomar el teléfono para escuchar tu voz. Pero prefiero ahorrar el melodrama y dejar las evidencias en el vacío, en un espacio definido por el pensamiento, que es este lugar, donde luego será pasado y encontrar la fórmula para aprender a despertar sin derramar una lágrima más. 


Los besos, las caricias y los susurros ya fueron tatuados más allá de la piel. Y el aroma del recuerdo será otro sin sabor que deja la vida cuando se abre el corazón. 

1 comentario:

Gastón dijo...

Te leo y tus sentimientos me suenan tan terriblemente conocidos que hacen que, repentinamente, me empiece a doler acá.

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