Dos, una sola carne, un solo espíritu. Una llama ardiente que quema, un fuego artificial que explota en una noche en celo. Sin él, sin legítimas pasiones, vestidos de pecado y euforias de placer.
Sin espacios distantes, un solo cuerpo, una sola carne. Escondidos debajo de un cielo imposible de caricias, de instintos animales que arrancan inocencias y amores infantiles. Ilegítimos por naturaleza, irracionales con nombres iguales. Amantes en noches de agosto. Bañados por el deseo carnal atrapado en el alma, vestidos de pasión descontrolada y alimentados por miradas encendidas que se queman y se hacen polvo detrás de puertas oscuras y habitaciones baratas.
Noches de ron, cigarrillos y marihuana. Noches de sexo y placeres clandestinos. Dos, una sola carne, un solo espíritu.
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