Algo anda mal. Agarró mi mano y me pidió un abrazo, después nos fuimos caminando hasta la calle principal. La madrugada nos agarró afuera, siendo testigos de calles solitarias y cielos sin lunas. En la esquina, estaban los muchachos de Las Treces, fumando y bebiendo aguardiente, contándose sus historias, sus proesas con las mujeres que no lograron mantener junto a ellos.
Bebímos un par de tragos, y seguimos el camino a casa. Llegando a la puerta, nos detuvimos y titubeando algunos segundos me quedé perpleja cuando me dijo: "Mariana, si fuera por mí te haría el amor ahora mismo, en frente de todos, o de nadie, pero desearía al menos traer conmigo un pedacito de tu piel en la mía, y unos abrazos que duren más de 24 horas".
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