22 marzo 2010

Estación inconclusa

Estaba por terminar el libro. Había pasado tres años intentando descifrar las señales de su destino y entrelazar las historias en una sola. El café le ayudaba con el sueño y la madrugada con la inspiración. Aún no tenía un nombre para él, ni sabía como terminaría. 

Abel Antonio me había dicho que escribiría sobre cualquier época de su pasado menos sobre lo que quería, porque sus demonios los exorcizaba de otra manera: licor y cigarrillo, amaneceres en camas distintas y con perfumes baratos.

Yo lo había querido desde los 17 años, me enamoró aquella ilusión de su talento, las palabras que nadie más me decía y los besos que otros no me darían. El 23 de Abril nos escapamos al Corralito de piedra, amanecimos en una fogata y desnudos, fue una de esas noches inolvidables de mi juventud, para él quizás fue otra de muchas. Cada pensamiento al aire era una idea distinta de lo que esperaba escuchar, no había forma de predecir sus azares ni sus estados de ánimos, unas veces me llamaba y otras se olvidaba de mí, me acostumbré a su forma de quererme, supongo que con el tiempo me terminó cansando su ausencia.

13 años después, sigue tan igual como antes. A la espera de un destino que ignora, de una mujer que ya no ama y de un final inconcluso. Creo que a veces hubiera deseado no estar en la lista de sus amores, tal vez lo hubiera querido mejor y no demasiado. 

Nos encontramos en el Café de María y platicamos de sus viejas costumbres, sus viajes por Argentina y Antonella, su ex. Esquivamos algo de nuestros sentimientos, aunque en ocasiones las miradas fortuitas intentaban gritar que algo todavía permanecía intacto. Era Marzo, esperaba que no lloviera como el domingo pasado, pero sucedió lo contrario. 

Volvimos a lo de antes y como un par de locos caminamos bajo la lluvia pasajera. De vuelta a mi Apartamento, una copa de vino y música de Sanz nos llevó a nuestro pasado.

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