30 marzo 2010

Ajenos

La mira calladamente sin que lo note, luego roza su pelo y le roba los besos que no le pudo dar la noche anterior. Entretenidos en los brotes de su corazón, el mundo para los dos parece un espejísmo de cursilería, las palabras bonitas y los gestos secretos delatan sus amoríos. 

Sin evitar los disimulos y el recato entre sus conocidos, se fueron lejos de la fiesta y con unas copas encima. El licor y las ganas por consumar su primera noche de pasión vinieron después de las diez de la noche, no la habían antincipado fue cuestión de arrastrarse a la corriente y corromperse por los murmuros del corazón, luego de los gustos comunes volverían infinitos amaneceres en el balcón.

Se parecen a los cuentos de antes y a los amores que ya no existen. Vuelven con los años, se quedan entre las canciones de poetas enamorados y protagonistas invisibles. Quizás no aman lo suficiente ni lo necesario, quizás entregaron el corazón como lo merecían. 

Mientras el mundo es ajeno a sus sentimientos, Natalia y Pablo desnudan su presente, acarician el futuro, sanan el pasado y reinventan el tiempo cuando lo demás cobra dolor en sus vidas. Mientras los veo marcharse a diario y entenderse sin códigos o señales inventadas; hallo en los ojos de Natalia la rabia cuando Pablo la besa en la frente, descubro su mejor regalo cuando inesperadamente le lleva la taza de café a la oficina y un chocolate blanco. 

Sus nombres son de mis abuelos, su historia la veo todos los días desde mi escritorio. No se llaman casualidades ni coincidencias, prefiero ponerles algo que los diferencie de lo que soy, de mis abrazos ausentes y mis Diciembres en blanco, con ellos o con otros desdibujo mi vida y le doy desenlace a las que no conozco.

Mañana es mi cumpleaños y saldré con Natalia y Pablo.

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