Escuchaba a la Oreja De Van Gogh, escribía sobre los girasoles de María y más allá del escritorio y la montaña de papeles inservibles, el ruido de la ciudad se colaba por los orificios de la ventana del corredor.
No esperaba por la cita de la semana porque había dejado de amar a Fermin y solo me quedaban un par de recuerdos inútiles, se me hizo menos doloroso olvidarlo y más fácil acostumbrarme a los martes sin rosas.
"Te voy a escribir la canción más bonita del mundo y voy a capturar nuestra historia tan solo un segundo...", en la voz de Amaía Montero sonaba con un poema hecho canción, es mi favorita y también los girasoles de María. El 15 de enero los recibí sin ninguna fecha especial como excusa, solo porque sí y nada más, y aunque me gustan más las margaritas azules los girasoles son la llave a mis alegrías inconstantes.
He grabado los instantes que desearía tener por la costumbre de vivir con la música de Montaner y De Evita, pareciera que las letras y cada palabra de ella fuera más que un momento y acorde perfecto: inspiración y experiencia. Se parece a las noches que prefiero tener cuando estoy a solas, a las madrugadas que ignoro han llegado, mientras leo a Isabel Allende o Neruda.
Los silencios son míos, las canciones de otros son las historias que vienen a mis poesías y las soledades que siempre están en mi cama una forma de vivir sin el ruido de afuera.
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