31 diciembre 2014

¡Salud 2015!




Le quité las pilas al reloj, para ver si así el tiempo me prestaba un par de horas más. Quise detenerlo después de que amaneciera. Y amaneció enero sobre ti. En tus labios, en tus ojos, en tu cuerpo desnudo, en tu piel. 

Aquello fue solo un pensamiento utópico. Un pasaje que dibujé mientras se iba otro año más y le pedía a las estrellas un "ojalá cumplido". Pero creo que ya va siendo hora y tiempo de aterrizar las ideas fantasiosas. De sobreponerme a todos los miedos injustificados que se atrincheraron pálidamente. De cortar las raíces a amores fantasmas, imposibles y dañinos. 

Por un tiempo dejé que la arena se volviera barro y que el universo reventara todas las mañanas en mi taza de café. Por un tiempo fui ciega, sorda y muda. Era simple y justificado. Por un tiempo los ciclos se volvieron un vicio y los malos hábitos parecían tatuarse profundamente en la rutina diaria de mi existencia. 

"Quemar el tiempo pasado". Creía que lo hacía con horas interminables de poesía, de besos robados, de amores fugaces, de sueños plausibles. Lo creía. 

Pero vino de golpe este instante, en el que todos los pensamientos se acomodaron tranquilamente. Recapacité sin lógicas ni razones absolutas, empecé a alejarme de quienes creía que eran más que compañeros de viaje. Busqué alejarme de ellos y de mí misma. 

De rastrillarme cuestionamientos absurdos sobre el pasado, el futuro, el amor, la vida, el tiempo, el dolor. Desacomodé todas las cartas que creía puestas en su sitio. De empujarme a las vías contrarias que me alejaban de mi centro, de mi norte, de mi sur. De cuestionarme sobre incógnitas irresueltas. De buscar respuestas a preguntas que no las tenían. 

Me tumbé en el suelo. Y allí estaba. El cielo de esta ciudad, forrado de estrellas. Recordándome el "ojalá cumplido" de tiempo atrás. Me tumbé cansada de mi propia impaciencia, de viejos resentimientos, de odios viscerales, de anhelos prestados. Llegué al límite, rompí el ciclo insano. 

Iba por la vida creyendo en las irregularidades, atracando en pasiones hostiles, endeudándome con enojos efímeros. Pero todo lo sucedido, todo lo pasado me ha permitido tener la certeza de algo a mis 26: la vida es un eterno viaje de subidas y bajadas. Y aquí estoy en bajada. Tomando el impulso para subir otra vez. Ciertamente la felicidad no es prestada, es una elección. Elijo ser feliz en este 2015. 

Un desafío, enfrentándome a una nueva perspectiva, a un nuevo yo que desconozco pero que aflora en mi interior, exigiéndome esta vez la lucha inacaba por encontrarme nuevamente y redescubrime. Pero sobre todo, a creer que hay promesas que sí se cumplen.

¡Hola 2015!

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