A la diestra de nostalgias gastadas que vienen y van. 24 horas después de un jacuzzi de caricias, abrazos y besos cautivos, surgió el adiós repentino, después de miradas clavadas, del deseo murmurado y enredado tras la piel, se descolgaron las palabras y vinieron de nuevo las hipocresías.
Aunque nada fue dicho, ni se ató a algún compromiso, los hilos invisibles tejidos en llamadas a medianoche, en pensamientos efímeros y sonrisas cómplices resultaron peor que la cura de otro olvido. Le faltó el valor para mostrar el rostro y no dejar rasgada la costumbre de su compañía.
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