La educación es la única forma que hay de liberar a los hombres del destino; es la antifatalidad por excelencia; es lo que se opone a que el hijo del pobre tenga que ser siempre pobre; a que el hijo del ignorante tenga que ser siempre ignorante. La educación es la lucha contra la fatalidad. Educar es educar contra el destino, que no hace más que repetir las miserias, las esclavitudes, las tiranías, etc. Además, hay que educar para la ética. Hay que saber que educar es en sí una labor ética y emancipadora.

Alguien tiene que hacer esa labor. Hay que recordar que no se puede educar para la desesperanza. Si se educa diciendo que el mundo es un desastre, que todos los políticos son corruptos, que el sistema es omnipotente y que nunca lograremos cambiarlo, que el neoliberalismo ha secuestrado el mundo y jamás podremos enfrentarnos a sus malévolas intenciones, que todo está perdido, crearemos una sociedad de pesimistas cómodos que se dedicarán a vivir, y culparán de todos los males a la situación cósmica que les ha tocado soportar. Prefiero crear personas ingenuamente convencidas de que contra todos los males algo se puede hacer, porque éstos nunca se resolverán solos. No sé si nosotros los vamos a resolver. Sé que si no los resolvemos, no se resolverán.
Hay que transmitir unas pautas, no de optimismo desenfrenado, sino, al menos, con un cierto pesimismo que acepte que hay que actuar. Que algo hay que hacer, y que ese algo depende de uno. No podemos esperar otra ocasión. No podemos esperar a ver qué movimientos venideros nos liberarán de nuestros males o nos condenarán definitivamente.
Creo que la filosofía debe ser un elemento fundamental de la educación básica. La filosofía corresponde fundamentalmente a una edad juvenil. Los niños y los adolescentes son todos metafísicos espontáneamente. Ellos hacen preguntas metafísicas constantemente. Las grandes inquietudes pertenecen a las etapas de la infancia y la adolescencia. En Gorgias de Platón, Calicles le reprocha a Sócrates que siendo él un hombre maduro se dedique a esas niñerías de la filosofía. La filosofía, dice Calicles, está muy bien cuando uno es joven.
Cuando se es un niño está bien dedicarse a cosas como qué es la justicia, qué es el bien, por qué nos morimos, etc. Luego, una persona adulta se dedica a cosas serias y provechosas. Tú eres un personaje corruptor porque sigues hablando de filosofía cuando ya no deberías estar haciéndolo. Quiere decir esto que la filosofía está ligada verdaderamente a la formación, que la filosofía tiene algo de juvenil en sí misma y debería enseñarse o profesarse en edades tempranas. Hay toda una escuela que habla de filosofía para niños y que prepara textos de filosofía muy ligados con juegos lógicos. Se puede empezar a hablar de filosofía a los 14 años aproximadamente. A esta edad, creo que ya se pueden iniciar verdaderos diálogos y coloquios filosóficos.
La formación cívica y la ética también deben estar integrados al sistema educativo nacional. La formación ciudadana es algo que se le debe inculcar deliberadamente a los jóvenes. No se debe dejar a que simplemente ellos las adquieran por impregnación del ambiente. Esa impregnación no suele ser positiva. En las escuelas, en las universidades y, por supuesto, en la familia deberían reforzarse las pautas de educación cívica y moral, no para establecer unos decálogos o convertir en adoctrinamiento las clases, sino para crear espacios de discusión, de transmisión de principios generales. Me conformaría con que al terminar el bachillerato el joven salga con capacidad de razonar y de argumentar en el terreno moral, que sepa razonar en asuntos de moral, más que tener un determinado decálogo. Eso sería lo deseable.
No sólo los profesores y los padres educamos. Nos educamos todos unos a otros. Los niños pequeños enseñan a jugar a otros más pequeños. En nuestra sociedad todos estamos educando. No hay nadie que no enseñe algo a otro. No hay nadie que no enseñe a pensar algo a otro. No se debe olvidar nunca que los medios de comunicación juegan un papel fundamental en la formación de los ciudadanos que tienen una función educativa.
Tales medios, como los políticos, desempeñan, algunas veces, una función educativa contraria, en el sentido de que la gente los ve y dice: "Ya sé lo que no tengo que ser nunca en mi vida". Por otra parte, la función educativa de los medios es a veces difícil, porque lo que buscan es generalmente el provecho económico, la diversión, etc. Por tanto, hay una cierta deontología, unas obligaciones especiales de quienes colaboran con esos medios, porque mucha gente no va a tener otro contacto con cierto tipo de información cultural que el que le llega por los medios de comunicación. Los medios de comunicación tienen una responsabilidad educativa, sin duda.
Fernando Savater.
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