02 mayo 2010

Lejos de casa

Han pasado 8 días desde que se fue. Su ropa todavía permanece en el clóset, el aroma de su perfume quedó impregnado entre las sábanas de mamá, sus zapatos sucios siguen en el mismo estado. Me restan sus buenas noches, el saludo al llegar del trabajo, y aquella sonrisa de complicidad cuando nos burlábamos de cualquier tontería. 

La casa está sin él y el mundo sigue girando tan deprisa, sin preguntar por los dolores, las heridas y las despedidas. No existe una felicidad absoluta, ni el regalo perfecto de promesas pasadas, los buenos instantes solo son trozos efímeros de la vida, del tiempo y del presente. 

Evito beber el café por las mañanas para acostumbrarme a una mesa de cuatro. La cena es un plato menos servido, las noches no son iguales sin él. Pero así pasa, de repente un día estábamos preparando el viaje a Cartagena y a la siguiente semana intentábamos dejar los recuerdos en el pasado.

Está lloviendo y hace frío, el silencio en esta habitación es desesperante, mi soledad es hastío y cansancio. Se pasa mejor el tiempo soñando horas eternas, que desaparecen cada fin de semana cuando tengo que quedarme de nuevo en casa.

Los amigos están de salida y el amor permanece colgado lejos del corazón. Tengo un par de ilusiones que me hacen más fuerte y cientos de oraciones a Dios que renuevan esperanzas. Quizás se ha ido, pero algo suyo está conmigo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario