Suena la música, y afuera no ha parado de llover. Hay algo de tristeza en el ambiente, quizás es porque la inspiración está en suspenso, sin ganas de mojarse ni darse una chamuscada. Me duele un poco la cabeza, otra vez he tenido esos sueños que me hacen levantarme a media noche y aferrarme a las oraciones. Tal vez hay algo de cierto en ellos, pero me aterra pensarlo.
A veces es mejor no decirlo todo y guardarse los secretos. De vez en cuando sueño con ello, cuando no dejo de pensarlo y se atora en el pensamiento, esa es la insistencia de los sueños, me atormentan la noche y me mantienen despierta porque no he dejado de quererlo y me asusta no dejar de hacerlo. Pero la vida no sería tan injusta, todo parte del duelo, de las emociones que se descontrolan cuando el corazón no piensa porque jamás lo ha hecho.
Cuando despierto, voy hasta la habitación y vuelvo a su lugar: la cama vacía, su ropa en el clóset, las ventanas cerradas. Todo permanece tan exacto desde ese día. Quizás pasa que no podré decirle adiós nunca.
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