24 enero 2010

EN UN DIA COMO HOY

En un día como hoy, dormía para evadir el dolor de cabeza, ni las aspirinas o el dolex aliviaban la migraña de un día y medio. Pero hoy, a las seis de la tarde, después de casi dos meses sin hablarnos volvió al teléfono, el mismo tono    y las palabras usuales, todo seguía como de costumbre. Lo extrañaba menos y ahora estaba conmigo. 


Un par de veces lloré porque nunca respondió las cartas, lo odié por su indiferencia y decidí olvidar que lo quería. Sus recuerdos me trastornaban cuando sonaba Sin Bandera, volvían las lágrimas inútiles y los sentimientos innegables: lo seguía queriendo.

En un día como hoy, besé a Mauricio para jamás volverlo a ver. Unas copas de más y besos robados en el balcón de la cabaña, una de esas noches inusuales que afloran pasiones ajenas. Instantes sin compromisos.


El estado del tiempo trae los aromas de esa noche, las estrellas huelen a estaciones pasadas y el olor del cigarrillo a un beso antes del amanecer. Cosas que pasaron en un día como hoy, personas que llegaron y ya no están a mi lado, y sentimientos que desaparecieron a las semanas siguientes.


Para no perder la costumbre, escucho las canciones que con el tiempo ya no se volverán a oír y paso las horas pegada a las sábanas para evitar que el frío de la madrugada me congele los huesos. Suelen ser días como hoy, como ayer, como mañana: personas ajenas, amores extraños, dolores insoportables, alegrías íntimas y sueños rosas.

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